lunes, 31 de enero de 2011

felíz y blanco año!

Los amigos que alguna vez celebraron junto a mi la llegada de un nuevo año, podrian ofenderse o resentirse por estas líneas. Sabiendo esto, debo dilsculparme por no haberme entregado por completo a la diversión de esas noches o esperar también una disculpa por historias de aquellas noches que reafirman la razón de esta entrada. No había pasado una noche de Año Nuevo tan llena de todo en muchos años. Tan llena de lo indispensable y de lo jamás pensado, de lagrimas sinceras, de abrazos fraternos, de agradecimiento profundo por una noche más, de cariño, de risas y risas hasta el amanecer, de alcohol, claro, de sazón, de familia, de buena vibra. 

Sin menospreciar ninguna de estas noches de mi vida, pocas recuerdo con tanto cariño como esta, pocas recuerdo también porque de niña no recuerdo más que el primer día del año rumbo a la playa con neblina en el camino. De grande, cuando yo creía que ya lo era y no lo era nada, recuerdo sólo una marinera bien bailada con un señor desconocido, pañuelo en mano, en una fiesta de gente grande que sí lo era, admirando el movimiento de mis pies aprendido en las clases de danza del colegio. De los demás, recuerdo aun menos, hasta poco después de quemar el muñeco y tomar violentamente el ron barato que habiamos comprado con lo poco que teníamos. Desde hace poco, la inconsciencia llegaba seguramente al rato de destapar la botella de champagne y tomar de todas las copas que iban quedando en la mesa.

Esta vez, me ví obligada a vestir como no quería, entendiendo luego el porque y la hermosura de las imagenes de blanco. Esta vez, me propuse a disfrutar de principio a fin cada una de las horas y momentos desde que llegué, me propuse a no tirarme al abandono para poder recordar cada instante y comentarlo sin problemas. Y así fue.

Un abrazo protector desde que cruzamos la puerta, el aroma y la sazón que extrañaba en silencio y la eterna bondad y entrega de un alma que no conoce maldad y que encerrada en su paciencia ante mis, casi siempre, negativos peros, me sonrió y me profesó un futuro hermoso, como cada vez que decide tirarse al abandono y mil copas encima.

Una familia, una gran e increible familia, de esas que merecen llamarse así. Un secreto, un llanto, una suplica, una promesa, una competencia de sexos indiscutiblemente ganada por las mujeres, una amistad renovada, una larga conversación, un amanecer. No sé que tuvo de increible este fin de año. Fue el conjunto de momentos imborrables que aunque no tengan la debida importancia y sean causa de carcajadas, son parte de una noche perfecta que se convirtió luego en un fin de semana inolvidable.

Una mezcla de voces y miradas, de anecdotas, de risas y formas de ver la vida. Para mí, una mezcla perfecta en el momento perfecto, de personas perfectamente encajadas en mi vida. Frases que son parte del repertorio aun semanas después, mezcla que a través de los dias se volvió el impulso para decidir lo inevitable, mezcla que ayudó a cruzar el mal momento, mezcla que adoro junta o separada.

Tengo muchas noches de año nuevo en mi haber, vendran más y más y aunque las fiestas, la bulla y la elegancia en noches como esa, son para mí inaguantables, puedo decir que valió la pena todo y que volvería a recorrer vestidores por ropas blancas y lo que me pidan, sólo por un momento parecido a ese, a esa noche y el día siguiente.

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