jueves, 12 de noviembre de 2009

"tu no tienes capacidad para el odio"...

Con un pucho mal agarrado en una mano y una barra de Halls, sentadas en la banca del parque que nos escondía de nuestras mamás: Recuerdo cuando una buena amiga de los 15 y la vida me dijo: “Tu no tienes capacidad para el odio”, y que yo sonreí sin entender realmente la magnitud del cumplido.

¿No tengo capacidad para el odio? ¿Tan insignificante es mi pasión como para no llegar realmente a tener un sentimiento tan fuerte? ¿Tan difícil es sentir algo sin tener la más mínima duda? Nada, no siento nada. 
Nunca he podido tener un sentimiento bueno o malo sin que de inmediato otro se cruce para hacerme dudar de lo que siento. Que si quiero, quizá no quiero tanto como pienso. Que si decido hacer algo, ¿será la decisión correcta o no? Que si mi estomago se retuerce y mi cara se llena de un sofocante calor al recordar a alguien que creo odiar, llega esa sensación de realidad y de una puta bondad que no me sirve para nada en ese momento. ¿Qué será? ¿Será eso que los asesinos deberían tomar en cuenta antes de acabar con una vida inocente? ¿Será ese momento de claridad que alguna fuerza poderosa y porque no decirlo, que Dios pone en mi cerebro para encontrar la calma y no aumentar mi ira? 

Y ya con más años encima, otro amigo más consciente de lo que es vivir, me dice que si quisiera podría odiar, solo debo saber cómo ¿Y como se odia, amigo mío? Tú que no odias a nadie. ¿Cómo puedo saber si ese odio que creo sentir no es más que una profunda tristeza o una terrible decepción? 

Quisiera poder diferenciar el orgullo dolido de un corazón roto. Quisiera entender si me hirió más la mentira o el haber querido alguna vez a quien mintió. Quisiera, como quisiera no tener que ver nunca más sus ojos rojos y ebrios de despecho, ni los labios que tantas veces alzaron la voz más de la cuenta y me destrozaron lo que pudo ser, por primera vez, un sentimiento sin dudas. 

Quiero paz y no sé dónde hallarla, porque en mis paredes hay ya tanto silencio que aturde. Y en mí guarida, en ella retumban los murmullos de una historia mal contada, de un maldito rumor. Quiero arrancar la bondad de mi corazón, luchar por mi paz y mi libertad para andar sin tener que enfrentarme a un falso rostro que se burla de mi, que inició una guerra en la que ganó la mentira, una guerra sucia en la que mató la promesa absurda de vivir en paz con los recuerdos. 

Nada, no queda nada. Del buen sentir no hay ni cenizas. Las sopló cuando calló la verdad. Del otro, he visto rastros por aquí. Quiere asomarse poco a poco y yo huyo. No reconozco a mi Yo con maldad, no lo recuerdo y no sé si deba temerle. Justicia, eso reconozco, mi nombre limpio y en alto como antes, eso recuerdo, eso quiero y por eso, porque no quiero odiar sin saber odiar y por mi paz.