Por :
Raúl "Vaku" Venegas y Cristina "Vaku" Soto
Ni el frio de este invierno cruel, ni el insoportable tráfico del Centro de Lima logran aplacar la sensación de cosquilleo que se siente al acercarse al Teatro Segura, el mismo estremecimiento que sentí al tener por fin en mis manos la entrada, luego de una lucha en contra de los gastos cotidianos y de los días copados para ver la obra.
En la puerta, la gente pretende adivinar la puesta en escena, comienzan las apuestas por el mejor actor y comentan las obras ya vistas. Es reconfortante ver gente de la misma edad y romper ese mito de que los musicales son aburridos, que solo las "tías pitucas" lo disfrutan y lo entienden. Es una mezcla de edades, voces, sentimientos, chismes y risas. En un grupo de señoras, Rina Dibós, productora de Preludio, comenta en un tono de secreto lleno de orgullo "…la Denisse hace de puta", provocando risas entre sus amigas y mas expectativa en los que como yo, no deberían estar oyendo su conversación.
La espera se hace eterna, la entrada del Segura se va llenando y la señora del kiosco esta feliz con las ganancias. Sera teatro, será el Segura, pero somos peruanos y entrar sin un chocolatito a la sala es pecado.
Como poniéndonos de acuerdo en silencio, todos comenzamos a ingresar lentamente, dejándonos llevar por los letreros que indican la ubicación y por el olor a antigüedad y cultura que tiene ese lugar.
Aquí cada lugar tiene su precio, pero al estilo de comercial de tarjeta de crédito, uno se acomoda y piensa en que lo cierto, es que simplemente estar ahí, esperando por ver una obra tan conocida en el mundo entero y renombrada en Broadway, West End o Buenos Aires, en este país tan subestimado de buen teatro, es como descubrir un tesoro; y no, realmente no tiene precio.
“Cabaret” es un musical escrito por Joe Masteroff, basado en la obra de teatro “I am a Camera” de John Van Druten, y musicalizado por Jhon Kander, con las letras de Fred Ebb, el inseparable dueto que nos ha regalado otras maravillas del teatro musical como “Chicago” y “El beso de la Mujer Araña”. Cuenta la historia del cabaret “Kit Kat Klub” en Berlín de 1930, un lugar que ostenta las mas bajas pasiones de una ciudad abatida por el establecimiento del Partido Nazi. En este lugar Sally Bowles es la cantante principal, una jovencita inglesa sin rumbo en la vida, y el Emcee (maestro de ceremonias) es el diabólico y ambiguo personaje que narra la historia con canciones y coreografías tan fuertes, como el peso del texto.
La música retumba en las paredes del Teatro Segura, y con un español masticado, Emcee, el Maestro de Ceremonias (Marco Zunino), nos da la bienvenida al Cabaret: "Dejen sus problemas afuera. Aquí la vida es divina, las chicas son divinas... aquí, hasta la orquesta es divina..."
Y te envuelve con su primera canción, el Willkommen, la invitación a este sub mundo bizarro y sensual. Marco Zunino, ha crecido con cada personaje, y este se apodero de él.
El ballet, con sus pasos de baile marcados y exactos, sus coquetos y a veces toscos movimientos mientras juegan a la seducción con Emcee, le dan el toque de lujuria que le faltaba al Kit Kat Klub, el night club que sirve como metáfora del mundo en el que viven sus personajes.
En medio de la presentación de las "chicas divinas", representadas por Elsa Olivero, Laura del Busto, Tati Alcántara, Anahí de Cárdenas, Lisette Gutiérrez y Verónica Alvares, aparece la madura y despampanante Fraulein Kost, protagonizada por Denisse Dibós, un personaje clave en el desarrollo del musical.
La orquesta, dirigida por Cesar Vega (director musical de otros montajes de preludio), le daba el especial toque que ofrece la música en vivo, y servía como complemento perfecto para las hermosas interpretaciones, como el sensual “Mein Herr” que interpreta Sally Bowles (Gisella Ponce de León), “Mañana me toca a mi”, canción final del primer acto cantada por todo el elenco, o el estremecedor “Que haría usted”, en el cual Elena Romero (Fraulein Schneider) hace gala de la maravillosa voz que ostenta, además de ser –la suya- una de la actuaciones mas ovacionadas de esa función.
Una producción impecable, una dirección acertada (Mateo Chiarella), un elenco bastante coherente –cabe elogiar las intensas interpretaciones de Marco Zunino y Elena Romero- con un buen trabajo de Raúl Zuazo (Clifford Bradshaw) y Eduardo Camino (Herr Ludwing)
No hay comentarios:
Publicar un comentario